Categories
Club

UN DÍA SE ACABARÁ EL AMOR

¿Tu club tiene una estructura… o solo amor?

Muchos clubes de hockey sobreviven gracias al amor. Amor por los colores, por el barrio, por los recuerdos, por los hijos que crecieron dentro de una cancha. Ese amor mueve montañas. Padres que hacen rifas, entrenadores que arman las planillas y pintan la cancha, dirigentes que están siempre, desde hace años. El amor mantiene vivo al club.
Pero vamos al punto: ¿alcanza con eso?

Porque una cosa es amar al club, y otra es gestionarlo bien.

Tener estructura no es un lujo. Es una necesidad. No estamos hablando de tener secretarías, oficinas ni cámaras de seguridad. Hablamos de tener orden, roles definidos, planificación, y seguimiento real. ¿O vamos a seguir creyendo que alcanza con “darle para adelante”?

Cuando un club se maneja solo con amor, todo depende de unos pocos héroes silenciosos. Y eso, más tarde o más temprano, explota. Se improvisa, se repite trabajo, se comunica mal y tarde, se entrena cuando se puede y se juega sin un plan detrás.
Y mientras tanto, los jugadores —que deberían ser el centro— tienen que adaptarse a lo que haya.

Y ojo, acá hay un tema delicado: los entrenadores que lo hacen por amor. Esos que ponen horas, energía y hasta plata de su bolsillo. Que lo hacen porque sienten que el club es parte de su vida. Pero un día no van a estar. Porque la vida cambia, porque se cansan, porque necesitan vivir de lo que saben hacer. Y ahí aparece la realidad: habrá que salir a buscar afuera, y el que venga ya no lo hará por amor, lo hará por un sueldo. Si no construimos estructura desde antes, el salto será durísimo.

Organizar un club no significa apagar la pasión, sino encauzarla. No significa burocracia, sino dirección. El amor sin rumbo puede generar momentos lindos, pero no construye procesos sostenibles. Y cuando hay desgaste, cuando las manos empiezan a faltar, todo se tambalea. Porque el amor también se agota.

Ahí es donde entra en juego la conducción deportiva. Alguien que no está para apagar incendios, sino para prevenirlos. Que no vive corriendo atrás de los problemas, sino que los anticipa. Alguien que arma, ordena, impulsa, acompaña. Que hace que cada parte se conecte con el todo. Que no hace todo, pero hace que todo funcione.

Sin esa conducción, el club depende de que todo salga bien de casualidad.

Entonces, preguntémonos sin miedo:

  • ¿Tenemos un plan claro de trabajo para este año o seguimos inventando sobre la marcha?
  • ¿Tenemos objetivos de crecimiento o solo cruzamos los dedos para que vengan más chicos?
  • ¿Acompañamos a los entrenadores o cada uno hace lo que puede?
  • ¿Cómo sabemos si estamos mejorando… si nunca medimos nada?
  • ¿Cómo nos organizamos para que el club funcione cuando alguno de “los de siempre” se vaya?

Si todo eso se sostiene solo con amor, estás en una zona peligrosa. Y lo sabés.

Porque el hockey no necesita más gente cansada. Necesita clubes que construyan, planifiquen y se tomen en serio lo que hacen. El amor es la base, sí. Pero si no lo transformamos en estructura, en decisiones, en gestión real… no estamos cuidando lo que decimos amar..

por GABRIEL HERRERA
Hockey en contexto

Compartí