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APRENDAMOS COMO APRENDEMOS A HABLAR

EL METODO NATURAL

Quiero agradecer a The Hockey Site por la oportunidad de compartir mis ideas con una comunidad global de entrenadores. El artículo ya fue publicado en su plataforma y pueden leerlo completo aquí: Learning to play hockey is a lot like learning how to talk (Versión en Ingles)

Debajo la versión en Español

El método natural es una forma de aprender una lengua que parte de la exposición, la escucha, la interacción y el contexto. Antes de hablar, se entiende. Antes de entender las reglas, se juega. Así, el lenguaje nace de la necesidad, no de la imposición.

Aprender a jugar al hockey no es tan diferente de aprender a hablar. Suena raro al principio, pero si uno se detiene a pensarlo, hay una conexión profunda entre esos dos procesos. Ambos se construyen desde la experiencia, desde la repetición con sentido, desde el error y la corrección progresiva, desde la necesidad de expresarse y de pertenecer.

Cuando un niño aprende a hablar, nadie le entrega un manual de gramática ni lo sienta frente a un pizarrón a estudiar las reglas del idioma. Lo primero que hace es escuchar. Escucha a los adultos hablar entre sí, escucha historias, canciones, tonos de voz. Recibe lenguaje antes de producirlo. Y cuando finalmente empieza a hablar, lo hace con errores, con frases incompletas, con palabras inventadas. Pero eso no impide que todos celebremos sus primeras palabras, que las repitamos con ternura, que lo alentemos a seguir.

Con el hockey —y con cualquier otro deporte— debería pasar algo similar. El jugador, sobre todo en sus primeras etapas, necesita primero escuchar el idioma del juego. Y no me refiero solamente a las palabras de un entrenador. Me refiero al “idioma del hockey”: la velocidad, la intención, el ritmo, la toma de decisiones, el juego en sí mismo. Necesita estar en contacto con él, observarlo, probarlo, equivocarse, volver a probar. Necesita explorar antes de que alguien venga a explicarle todo. Necesita vivir el hockey, no solo recibirlo.

Ahí es donde entra lo que llamamos el método natural: una forma de aprender que respeta los tiempos del jugador, que no antepone la técnica a la comprensión, que cree en la exposición, en la interacción y en el error como partes vitales del proceso. Un enfoque que no subestima al jugador por no saber, sino que lo invita a descubrir por sí mismo. A construir su juego.

Este método se aleja de los moldes rígidos que muchas veces proponemos los entrenadores. Nos obliga a repensar nuestros roles. A dejar de ser los que “dan respuestas” y empezar a ser los que “hacen preguntas”. A diseñar ambientes ricos, desafiantes, con múltiples opciones, donde el jugador pueda elegir, decidir, fallar, acertar, y así, aprender.

Así como un niño no aprende a hablar porque lo corrigen todo el tiempo, un jugador no aprende a jugar porque le paramos la práctica cada diez segundos para señalarle lo que hizo mal. La corrección tiene su lugar, claro. Pero no puede aparecer antes que la experiencia. Porque antes de hablar bien, hay que hablar. Antes de jugar bien, hay que jugar. Y mucho.

Uno de los grandes pilares del método natural es la comprensión antes que la producción perfecta. En el lenguaje, un niño primero entiende muchas más palabras de las que puede decir. Su cerebro va almacenando información, intenciones, gestos. Con el tiempo, eso empieza a salir en forma de frases. En el hockey, algo similar sucede: un jugador muchas veces entiende qué tiene que hacer antes de poder hacerlo bien. Y eso está bien. Hay que respetar ese momento, ese “puente” entre el saber y el poder.

Otro aspecto clave es el valor del contexto. Las personas no aprendemos vocabulario suelto, sin sentido. Aprendemos palabras dentro de situaciones que tienen significado para nosotros. Nadie recuerda listas de palabras si no las puede usar. En el hockey es igual: las técnicas aisladas, los movimientos repetidos sin conexión con el juego, tienen poco impacto si el jugador no entiende para qué le sirven. El pase, el control, la recepción, la conducción: todo eso cobra vida cuando se utiliza en un contexto que lo vuelve necesario. No antes.

Y ahí entra otro punto fundamental: la diversidad de estímulos. Un niño que solo escucha una voz, una forma de hablar, un solo contexto lingüístico, limita su comprensión del idioma. Lo mismo ocurre con los jugadores: si solo enfrentan un tipo de ejercicio, una manera de jugar, una única posición o estructura, se vuelven especialistas de una sola cosa, pero les cuesta adaptarse a lo nuevo. Y el juego, como la vida, está lleno de sorpresas. El método natural propone abrir el campo de experiencias: jugar con diferentes roles, enfrentar problemas variados, vivir múltiples escenarios. No para ser buenos en todo, sino para estar listos para lo que venga.

Además, el método natural entiende que el error es parte fundamental del camino. No como algo a evitar, sino como un indicador de que se está aprendiendo algo nuevo. El error es síntoma de exploración. Y cuando lo castigamos o lo marcamos todo el tiempo, lo que hacemos es limitar esa búsqueda. Por eso es tan importante crear entornos donde el error no sea sinónimo de fracaso, sino de oportunidad. Donde se valore más la intención que el resultado. Donde se premie al que intenta, aunque falle.

Y por supuesto, no podemos olvidar que el aprendizaje mejora cuando hay disfrute. Un niño aprende más rápido un idioma cuando está jugando, cantando, riendo. Cuando se siente seguro. Con el hockey pasa lo mismo. No hay progreso real sin placer. Sin alegría. Sin una conexión emocional con lo que se está haciendo. Si el jugador se siente observado, juzgado o forzado, se cierra. Si se siente libre, valorado y parte del proceso, se abre. Y en esa apertura, crece.

Tal vez lo más difícil para nosotros, como entrenadores, es soltar el control. Confiar en que si el entorno es rico, si los desafíos son adecuados, si el jugador tiene espacio para expresarse, el aprendizaje aparecerá solo. No porque nosotros lo impongamos, sino porque él lo descubrirá. Y eso, al final del día, es mucho más valioso.

El método natural no es una fórmula mágica. No es fácil de aplicar. Requiere paciencia, observación, empatía y una gran dosis de humildad. Pero es, sin duda, una forma de acompañar a los jugadores desde un lugar más humano, más respetuoso y más profundo.

Porque el hockey, igual que el lenguaje, es una forma de expresión. Una manera de decir quiénes somos, cómo pensamos, qué sentimos. Y cuando entendemos eso, ya no enseñamos técnicas. Enseñamos a hablar el idioma del hockey.

Y para eso, hay que ser valiente.

por GABRIEL HERRERA
Hockey en contexto

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LA GENERACIÓN DE CRISTAL

No son de cristal, son de ahora

Durante mucho tiempo, escuchamos frases como si fueran verdades absolutas: “los chicos de antes sí que se comprometían”, “ahora no aguantan nada”, “les falta hambre de gloria”, “no tienen respeto por la autoridad”, “la culpa es de TikTok”. Frases dichas en charlas entre entrenadores, en pasillos de clubes, en reuniones de padres. Frases que suenan firmes, pero que esconden cierta impotencia.

Pero… ¿y si no fuera que están rotos, sino que son distintos? ¿Y si no es que les falta algo, sino que traen otras formas de ser, otras búsquedas? ¿Y si el problema no son ellos… sino nuestra falta de mirada actualizada?

Porque no, no son de cristal. Son de ahora.

Entrenamos personas, no estereotipos

El primer error que cometemos —y que nos aleja— es generalizar. Pensamos que todos son iguales, que “a esta generación no le interesa nada”. Aqui puedes leer algo sobre conocer mas a los jugadores en el post anterior: ¿Y SI LES PREGUNTAMOS QUE PIENSAN?. Pero los jugadores no vienen moldeados en serie. Cada uno llega con su historia, con su mochila, con sus deseos y sus miedos. Algunos son más reservados, otros más efusivos. Algunos viven para competir, otros buscan un espacio donde pertenecer. Algunos tienen apoyo en casa, otros sobreviven en el caos.

¿Sabemos realmente quiénes son? ¿Nos tomamos el tiempo de conocer qué los moviliza, qué los frustra, qué los emociona? ¿O seguimos hablándoles como si fueran la misma versión adolescente de hace veinte años?

Dejar de buscar culpables

Es muy tentador señalar hacia afuera. “Los padres ahora los malcrían”. “Los chicos están todo el día con el celular”. “Antes respetaban más”. Es tentador y facil… pero inútil. Porque aunque todo eso tenga algo de cierto, no nos sirve para mejorar.

La realidad es que estos son los jugadores que tenemos. Más aún: estos son los jugadores que elegimos entrenar. Y culpar a su contexto, a sus hábitos, a su crianza, es una forma de sacarnos responsabilidad.

No estamos para cambiarlos a ellos, sino para acompañarlos en su desarrollo. Con sus herramientas, en su época, en su realidad.

Adaptarse no es resignarse

Ser flexibles no es rendirse. Es entender que el mundo cambió y que entrenar hoy no puede ser igual que hace dos décadas. No porque “haya que bancarse todo”, sino porque es inteligente, es estratégico, es necesario.

Adaptarse no significa dejar de exigir. Significa encontrar el modo de que el mensaje llegue, de que la exigencia tenga sentido, de que el esfuerzo valga la pena para ellos.

No se trata de bajar la vara, sino de construir el puente para que puedan alcanzarla.

El liderazgo ya no se impone, se construye

Antes bastaba con un grito. Con una orden firme. Con una mirada severa. Hoy, eso no alcanza. No porque “se hayan vuelto blandos”, sino porque las formas de autoridad han cambiado.

Hoy se lidera desde el vínculo. Desde la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Desde la claridad de nuestros objetivos. Desde la honestidad emocional. Desde la escucha activa.

La autoridad real ya no se impone, se gana. Y eso no nos debilita como entrenadores. Al contrario: nos vuelve más sólidos. Porque el respeto que se construye vale mucho más que el que se teme.

¿Cómo los enganchamos?

No hace falta hacer un show cada entrenamiento. Ni disfrazarnos de influencers. Ni prometer cosas que no vamos a cumplir. Lo que hace falta es darles UN sentido.

Que entiendan para qué entrenan lo que entrenan. Que sientan que el espacio les pertenece. Que tengan desafíos reales, alcanzables pero exigentes. Que el equipo sea también un refugio. Que haya lugar para crecer, para equivocarse, para aprender.

La motivación no se impone, se provoca. Y el mayor motivador sigue siendo el sentido: ¿para qué hacemos lo que hacemos?

El entrenador que el presente necesita

Actualizarse no es solo cambiar los ejercicios. Es también mirar distinto. Escuchar distinto. Probar otras formas. Aprender a conectar sin perder autoridad. A enseñar sin herir. A marcar límites sin humillar.

Hoy más que nunca necesitamos entrenadores conscientes, responsables, empáticos. Entrenadores que se animen a dejar de repetir frases viejas y a buscar caminos nuevos. Entrenadores que, lejos de la nostalgia por lo que fue, se entusiasmen por lo que puede ser.

Entonces…

La próxima vez que escuches “son de cristal”, pensá dos veces.
Tal vez lo que hay que cambiar no son ellos, sino cómo los miramos.
Tal vez lo que necesitan no es menos exigencia, sino más sentido.
Tal vez el verdadero desafío no es que se adapten ellos, sino que nos actualicemos nosotros.

Porque al final del día, seguimos diciendo que entrenamos para formar personas. ¿Y si empezamos por formar mejores vínculos? ¿Y si dejamos de quejarnos y asumimos el rol de liderar con compromiso, con empatía, con inteligencia emocional?

Te dejo una pregunta para cerrar:

¿Qué estás haciendo hoy para que tus jugadores quieran quedarse y volver?

por GABRIEL HERRERA
Hockey en contexto

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HOCKEY DESDE DIFERENTES PERSPECTIVAS

Como podemos nutrirnos de los otros

En un mundo ideal, el deporte NO tiene fronteras. Y aunque cada disciplina tiene sus reglas, su lenguaje propio y sus tradiciones, todas comparten una esencia: el movimiento, la estrategia, la toma de decisiones en tiempo real y la pasión por el juego. Desde “Hockey en Contexto”, queremos abrir una puerta, o mejor dicho, muchas puertas. Queremos invitar a entrenadores de otros deportes a que nos ayuden a entender y enriquecer el hockey desde ángulos inesperados.

Imaginemos por un momento que, para mejorar las rotaciones dentro del círculo rival, traemos a un entrenador de básquet. Nadie entiende mejor los bloqueos, los cortes y las rotaciones en espacios reducidos que quienes han trabajado una vida en el pick and roll, nuestro give and go. ¿Y si, en lugar de repetir mecánicamente un movimiento, practicamos cómo crear superioridades dinámicas en la zona, tal como lo haría un equipo de básquet en los últimos segundos del cuarto?

Ahora vayamos más allá. Pensemos en cómo defendemos nuestro círculo. Aquí entra en juego el handball. ¿Quién sabe más sobre cómo cubrir una zona, cerrar líneas de pase cortas y largas, y moverse con sincronía sin perder agresividad? Un buen entrenador de handball puede enseñarnos a anticipar y a colaborar defensivamente en un espacio donde cada segundo cuenta y cada centímetro puede significar un gol en contra o un despeje salvador.

Y si hablamos de duelos individuales, cubrirnos los pies mientras somos dominantes, nuestro juego de pies… pensemos en un entrenador de boxeo. Sus enseñanzas pueden transformar nuestras sesiones de defensa dentro del círculo y las aproximaciones: control de distancia, lectura corporal, footwork y sobre todo, mantener la calma bajo presión.

¿Y cómo no mirar hacia el rugby cuando entrenamos los ataques a los espacios o el uso del guard (guardaespaldas o descargas)? En el rugby, el pase hacia atrás es una regla, pero también una herramienta de progreso, atraer para liberar. Un entrenador de rugby puede ayudarnos a incorporar nuevos ángulos de pase, a correr sin la pelota sabiendo que la jugada vive más allá del portador. Puede enseñarnos a sostener el cuerpo, a usar el contacto con inteligencia y a crear estructuras colectivas para romper defensas cerradas.

Al invitar otras miradas, no estamos diciendo que el hockey no es suficiente. Al contrario: estamos reconociendo que el hockey es tan grande que puede nutrirse de todo lo que lo rodea. Abramos las puertas a otras voces. Aprendamos. Mezclemos. Probemos. Y dejemos que el juego, ese juego que amamos, crezca más allá de sus límites tradicionales.

por GABRIEL HERRERA
Hockey en contexto

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