Llega ese momento del año en el que, casi sin darnos cuenta, empezamos a mirar hacia atrás. Todos comenzamos a despedir el año a nuestra manera. En algunos países es apenas una pausa invernal, un alto en el camino para volver con más energía. En otros, la temporada se termina de verdad: se cierran ciclos, se pasa la página y se vuelve a empezar. Distintos contextos, mismas sensaciones.
Cerrar una temporada no es solo guardar los palos o archivar planillas. Es revisar qué nos llevamos y qué dejamos. Qué aprendimos, qué nos sorprendió y, sobre todo, en quiénes nos convertimos durante el camino.
Para mí, este fue un año de muchísimos cambios. Cambios grandes y profundos: de club, de casa, de rol, de idioma, de país, de continente. Un año que me sacó de la zona conocida y me obligó a adaptarme constantemente. Y hoy puedo decirlo con claridad: fue un año que me hizo crecer. Crecer en mirada, en sensibilidad y en comprensión del hockey y de las personas que lo habitan.
En lo deportivo, hubo momentos muy fuertes y lindos: playoffs en Bélgica, una final de liga nacional, finales del torneo mendocino, un campeonato ganado con los Sub 14. Logros que se celebran y que quedan. Pero con el tiempo entendí que eso no es lo más importante. Lo verdaderamente valioso es lo que sucede alrededor de esos momentos.
Lo lindo es saber que motivaste a alguien. Que contagiaste ganas. Que un jugador se animó a intentar algo nuevo. Que otro volvió a creer. Que un grupo escuchó con atención. Que un entrenador joven se fue pensando distinto. Que una charla cambió una forma de entrenar, de mirar o de relacionarse. Eso no sale en ninguna estadística, pero es lo que realmente permanece.
Cuando una etapa se cierra, no se pierde nada. Se transforma. Todo lo vivido se convierte en base para lo que viene. Experiencias, errores, aprendizajes, vínculos. Nada se borra. Todo suma.
Alguna vez, en un seven de fin de año en el Club Leonardo Murialdo, el evento llevaba un nombre que hoy cobra más sentido que nunca: “El hockey es una excusa”. Y para mí, hoy, esa frase define todo. El hockey es la excusa para encontrarnos, para aprender, para compartir, para crecer juntos. Es la excusa para generar espacios donde las personas importan de verdad.
Barajar y dar de nuevo no es empezar desde cero. Es empezar mejor. Con más herramientas, con más conciencia y con más ganas. Es entender que cada año nos deja un poco más preparados para lo que viene.
Ojalá el año que empieza sea mucho mejor de lo que imaginan. Que nos encuentre con ilusión, con proyectos y con la certeza de que, mientras sigamos poniendo a las personas en el centro, el camino siempre valdrá la pena.
por GABRIEL HERRERA
Hockey en contexto